Zeus y su rayo furioso.

La vida de Zeus y con Zeus se estaba volviendo insoportable.

Verán, Zeus es el perro modelo: grande, alegre, limpio, bonito, te calienta los pies en los días de invierno, mueve la cola cuando llegas cansado de la escuela, te regresa la pelota cuando se la avientas, corre contigo cuando vas en bicicleta o patines, no huye si le quitas la correa y está muy bien educado: cuando es la hora de comer, basta con un toque de su nariz para recordarme su pedacito de tocino o salchicha y después se acuesta tranquilo en su rincón sin volver a pedir nada. Todos en la familia queremos a Zeus.

Hace unos meses Zeus comenzó con un problema de gases y por ello dejé de darle comida-humana. Como el asunto no mejoraba, le cambiamos la marca de croquetas, pero ni eso funcionó y tuvimos que llevarlo al veterinario. Con voz grave el médico anunció a la familia:

"No se preocupen, Zeus estará bien, tiene una extraño trastorno genético que hace que sus intestinos tengan una química más "explosiva" que lo habitual"

Estaba dicho: mi amado perro estaba destinado a ser un pedorro el resto de sus días. Como lo queremos mucho decidimos aceptar su "problema" con comprensión y tolerancia. Pero pronto la tolerancia huyó del "rayo furioso" de Zeus así como el novio de mi hermana, el cartero y hasta el gato. Nos dimos cuenta de que no podría acompañarnos a la hora de la comida y hasta pensamos que sería mejor dejarlo en el patio [al aire libre]. ¡Pobre Zeus, cuánto sufrió! Su carita ya estaba todo el tiempo triste y no hubo nadie en la casa que no se sintiera culpable y desalmado por mantener en esas condiciones al fiel miembro de la familia. Así que comenzamos a pensar en soluciones prácticas para disminuir los efectos de su trastorno. Intentamos varias cosas: corchos que resultaron proyectiles; filtros de aire, aspiradoras, succionadoras y hasta le picamos la panza con una aguja para ver si podíamos "sacarle todo de un jalón" en el patio... ¡pobre Zeus! esos juegos no le gustaban.

Optamos por comprar muchos aromatizantes ambientales y colocar dos o más en todos los rincones donde el can solía acomodarse. ¿El resultado? Mi abuela perdió toda noción del olfato al punto de ya no distinguir entre mis calcetines sucios y su pañuelo; mi mamá comenzó con jaquecas persistentes por el aire tan viciado, lo cual no tenía muy contento a mi papá en las noches; mi hermana perdió toda intención de invitar a su novio o amigos a la casa y yo descubrí que se pueden dar grandes viajes psicodélicos sin salir de la casa.

Entre tanta locura hogareña, un día mi abuela hizo un pay de manzana con ajo molido en lugar de azúcar glass. Al probarlo brotó la histeria de mi hermana que se puso a dar alaridos de adolescente incomprendida e impopular por toda la cocina, mi madre se puso las manos en la cabeza tratando de controlar su nueva jaqueca y mi padre comenzó a gritarle a mi hermana que dejara de gritar. Yo observaba felizmente desde mi silla como todos mis familiares verde-azulados se mezclaban y confundían entre vorágines de aromas de croquetas digeridas, ajo, manzana y lavanda. Zeus se unió al frenesí y se puso a ladrar y a mover la cola; tanto ladró que le dio sed y se fue por unos sorbos de agua a su traste. Nadie había reparado en que entre el manoteo y los pedazos de pay voladores un frasco de "Seductora tentación libidinosa" se había vertido en el agua de mi perro. Cuando mi abuelita mencionó lo bien que le quedaban los labios violetas a Zeus [yo se los veía amarillos] todos salimos de nuestra enajenación y nos centramos en el perro. Guardamos silencio sin encontrar un comentario para la ocasión. Disimuladamente todos regresamos a nuestras actividades diarias: mi hermana salió a la plaza y mi mamá la acompañó para hacer el super, mi papá regresó al trabajo y la abuela se sentó a leer su novela vespertina. Después de un rato de estarme riendo solo por el pedazo de manzana que había caído en mi pantalón, caí en cuenta de que los aromatizantes no le hacían bien a nadie y ya hasta Zeus era víctima de ellos y mejor oculté todos en mi cueva mágica [todavía tenía los efectos de la "aromaterapia"].

En la noche la familia estaba más tranquila. Cuatro horas libres de los efectos de los olores artificiales nos sentaron bien a todos, y reunidos en la sala comenzamos a pensar en una nueva estrategia. Ya nadie sabía qué hacer. La vida de Zeus y con Zeus se estaba volviendo insoportable. De pronto nos llegó un agradable aroma a lavanda.

-¿No habías quitado ya los aromatizantes?
-Sí, lo hice, los guardé todos en un lugar seguro.

Y nuevamente llegó el suave olor. Nos miramos incrédulos y volteamos a ver a Zeus. Él nos miraba con una leve sonrisa y movía la cola. "Ppppprrrrrrrrhhhttt" y estaba comprobado: el "Rayo furioso" tenía nueva presentación. Expectantes nos acercamos al can y olimos discretamente su "espíritu". ¡Ahh! Qué maravilla. La química de Zeus hacía milagros con las horripilantes esencias artificiales.

Desde entonces la vida de la familia volvió a la normalidad. Paseábamos al perro por la casa para que toda quedara oliendo rico. Cuando había visitas lo acostábamos junto a nosotros y, aparentando que lo acariciábamos, le apretábamos la barriga y él, complaciente, movía la cola para esparcir su don.

Fotografía: Chariot Perfume Oil by The Owlchemist